La mayoría de los habitantes de Realicó formó parte de esta poderosa industria harinera. Casi todas las familias realiquenses tenían un integrante trabajando en ella, por lo que cobró un auténtico auge de producción en el parámetro de las fuentes laborales.
Hijo y nieto de molineros, Emilio W. Werner, que nació en Rosario (Santa Fe), se formó al lado de su padre, trabajando desde los 18 años en la firma S.A. Molinos Fénix de su ciudad natal y se desvinculó de la misma para abocarse al proyecto de su molino propio. Es así que arribó a Realicó en 1937, que eligió por ser centro de una importante zona triguera y, fundamentalmente, por el estratégico nudo ferroviario que le permitía
sacar fluidamente la producción hacia cualquier punto del país por vía férrea. Con sólo 42 años y una severa disciplina al estilo alemán, el 30 de octubre de 1938, puso en funcionamiento el Molino Harinero.
En sus comienzos el molino producía unas 620 bolsas diarias de harina de excelente calidad, cuya marca de comercio -en honor al pueblo- había sido registrada “Realicó 000”. Sucesivas reformas duplicaron la producción obteniendo, alrededor del año 1963, más de 290.000 bolsas anuales. En el lapso de estos años, contando desde su inauguración, a la original producción de harina y sus naturales residuos de trigo se habían adicionado harinas leudantes “Toay”, polvo de hornear “Mejoralín”, alimentos para niños “Toaycita”, postres semolados “Toaylindo” y gérmenes de trigo estabilizados “Rucanelo”. La mayor cantidad de estos subproductos eran absorbidos por las zonas de: San Juan, Mendoza, San Luis, Córdoba, La Pampa y Buenos Aires.
Para la constante superación en la calidad de sus productos, Molinos Werner fue renovando sus maquinarias hasta llegar a un nivel de modernismo paralelo al de Europa. Surgió así la iniciativa de enviar personal a escuelas de capacitación de molinería en países como Italia, Francia y Alemania, entre otros.
En el año 1970, al fallecer Emilio Werner, el molino quedó en manos de hijos y aquel trabajo manual realizado por 150 hombres -años de apogeo del Molino Werner en la década del ´60 al ´70- hacia el año 2007 era realizado por 40 personas en forma estable que se distribuían entre las tareas administrativas, de producción y mantenimiento. La gravitación económica y social del Molino fue enorme para la localidad. Para muchos de los trabajadores significó una escuela, ya que otorgaba becas a estudiantes seleccionados de la localidad. Cada autoridad que llegaba al pueblo, una de las primeras actividades que realizaba era la visita al molino. Además todas las instituciones educativas organizaban visitas guiadas.
Fuente: Claudia Chiosso y Adriana Maurino. 2007. “El Molino Werner” en Centenario de Realicó. Cien años, cien historias. Ediciones Pintaguá.